domingo, 30 de abril de 2017

Cositas hechas con amor...los relatos que algunas escritoras hemos donado forman parte de una antología solidaria.
Poquitos que acaban ayudando💙 Participando con mi relato: VIDA...ayudarnos a cambiar un poco el mundo.
💔

sábado, 29 de abril de 2017

!! RECUERDOS !!
Facebook me recuerda hoy, que hace dos años:
"ETERNAMENTE ENCADENADOS" Estaba en la mesa del Corte Inglés entre los más vendidos para el día de la madre.
Este día 6 de Mayo a las 18:30 tendréis seis de mis últimos títulos en la presentación de CASA DEL LIBRO DE GIJÓN.
Regalar libros, sentimientos y sueños el día de la madre.
Os espero a todos 



jueves, 20 de abril de 2017

LIBRO REGISTRADO EN EL REGISTRO DE PROTECCIÓN DE DERECHOS INTELECTUALES DEL PRINCIPADO DE ASTURIAS.

“PROMESAS EN EL CIELO” H. D. CRUZ


DEDICATORIA:





“Tú eres mucho más, que miles de días llenos de añoranza y nostalgia.
Eres más que todas esas canciones que cantábamos juntos, y que ahora me recuerdan a ti.
Eres más que los lugares en los que estuvimos, y en los que nunca visitamos que se quedaron en nuestros sueños.
Eres más que todo lo que te escribo cada noche entre lágrimas.
No mereces que te extrañe, tú mereces que te viva.
Que viva tu recuerdo, aunque vivirte me mate cada día.
Vivirás hasta en mi último aliento, y después volveremos a vernos.
Hasta entonces; Besos al cielo <3
Te quiere mami.   


PROLOGO


Brock miraba cautivado hacia la cámara que vigilaba a la mujer que deseaba de una forma enferma y obsesiva, hasta su mente retorcida e insensible se daba cuenta de que no era sana su forma de pensar en la delicada mujer que trabajaba en la oficina, ignorante del profundo interés que le dominaba. ¿Qué tenía para llamarle la atención hasta la locura más retorcida y exquisita?

Era consciente de que tenía un amante que no apreciaba el gran regalo que poseía, que ni siquiera pasaba una sola noche en su cama, y que viajaba durante meses dejándola a merced de gente sin escrúpulos como él. Ese estúpido hombre, sólo era un bruto necio que no la merecía, que no la deseaba como debía, que no la llenaba de joyas y la vestía con suaves sedas, mientras la satisfacía hasta hacerla gritar como lo haría él si la conseguía, y no le cabía duda de que sería suya en algún momento. Siempre obtenía aquello que quería y ella no sería la excepción.

Había asesinado a su primer hombre con tan sólo ocho años, con la frialdad de un reptil, y había llegado a ser un sicario temido entre los peores carteles de la vieja Tierra antes de llegar a la adolescencia. Que no dudaba en destruir, aplastar y arrasarlo todo a su paso, y que ahora se veía rendido por una simple e inocente jovencita que ni siquiera le miraba, era un pensamiento estúpido que le sacaba de quicio pero que de todas formas estaba ahí, oculto pero siempre presente.

Sentado en su mesa hizo girar el antiguo y viejo globo terráqueo que le recordaba cuál era su otro objetivo; La Tierra. El viejo planeta que contenía todo lo que le haría inmensamente poderoso, y le encumbraría por encima de todos.

Un planeta azul que había sido declarado bien del universo y que a la vez se les había arrebatado a sus verdaderos dueños; los humanos.

La historia comenzaba doscientos años atrás cuando todos los mundos conocidos y hermanados del universo, hicieron un recuento de aquello que era necesario salvar a toda costa. Eso ocurrió  cuando los cielos ya no eran una barrera y el universo se rindió a sus pies. Habían conquistado el cielo y habían perdido su tierra, su hogar y sus raíces.

Fueron fabricando inmensas naves y colosales plataformas en el espacio exterior; llenas de edificios de metal y cristal con tachones de verde. Una estafa sin límites para justificar un cambio injusto que albergaría a una especie que era arrojada de su mundo.

Algunos miles de humanos rezagados limpiaban las grandes ciudades y bosques, borrando toda la presencia humana de las grandes extensiones que se iban abandonando. Mientras la limpieza avanzaba, los humanos eran despojados de todo lo que amaban y eran desterrados a un inmenso y oscuro espacio, en plataformas frías y llenas de metal.

Sus padres vivían en una hermosa ciudad que poco a poco fue vaciándose, una ciudad en la que un joven pero peligroso humano era el amo de los bajos fondos, en la que tenía poder y en donde todo aquel que no le respetaba perdía la vida. Los que conocían y ellos mismos fueron de los últimos en ser arrojados al espacio. Su mundo se había reducido a aquella enorme plataforma, pero quería más, siempre quería más y lo tendría, su ambición sería saciada.

Sonreía despectivo pensando en sus múltiples delitos, en sus continuos arrestos, en su paso por las diversas opciones de centro de detención, y en los estúpidos psicólogos que intentaban reinsertarle en una sociedad que se desmantelaba. No cumplía ninguno de los mínimos requisitos que ellos consideraban indispensables de cualquier candidato para ser un buen psicópata; tenía una madre amorosa y dulce que le cuidaba y que hacía de su casa un lugar agradable donde vivir, un padre trabajador que se deslomaba desmontando la ciudad que amaba, y en la que en algún momento había sido feliz, aun mientras su corazón se desgarraba de añoranza antes de haberlas perdido. Entre los dos lograban establecer un hogar estructurado y feliz para sus hijos.

Padres que les amaban sin medida y que querían salvar su hermoso planeta, los animales que la habitaban y que a cambio sólo la visitarían en algunas cortas vacaciones, mientras se regeneraba para aquellos locos y estúpidos ecologistas verdes que creían que un animal tenía el mismo valor que una vida humana.

Su padre había muerto joven en un accidente que les dejó solos y al borde la desesperación. Su madre y sus hermanos pronto ocuparon sus manos y todas sus fuerzas en destruir aquello que todos llorarían. De su padre, tenía algunos vagos recuerdos de celebraciones entre música, canciones y carcajadas, en las que se recordaba sentado en sus muslos y reían juntos, con aquellas enormes risotadas que le hacían sentir feliz y seguro a su lado.

Los recuerdos de su madre eran los que mejor habían sobrevivido en su retorcido sentido del amor; seguían moviendo su corazón de una forma leve y tierna que ya no encajaban con el hombre duro y sangriento en el que se había convertido, pero que seguían llenándole de una ternura que había quedado tan lejos y cerrados como la misma Tierra, inalcanzables pero que existían en algún lugar de su sucia alma.

Poco a poco los países, las ciudades y enclaves fueron desapareciendo y cada vez quedaban menos humanos viviendo en el lugar que les correspondía por derecho. Los últimos humanos habían salido de forma definitiva de la Tierra treintaicinco años atrás; los últimos informes que había recibido sobre ella, eran de un planeta regenerado hasta desbordar los pronósticos más optimistas, floreciente sin límite mucho más allá de lo esperado, lleno de una exuberante vegetación que conquistaba y lograba rellenar las cicatrices dejadas. Lleno de peces que pescar, mamíferos que cazar y consumir, de árboles que talar, minerales que explotar y todo sería suyo. Se desharía de todos los que le impidieran llegar a conseguir aquel planeta y todo lo que contenía, nadie iba a  detenerle.

Deslizó su dedo sobre un timbre y su eficaz secretaria entró con su cuaderno, sólo tuvo que apartar su silla de la mesa y abrir sus piernas para que ocupara obediente y servil el lugar entre ellas. Abrió su cremallera y empezó a tomarle en su boca experta, mientras su mente se llenaba con la imagen de la mujer que ansiaba hasta la desesperación y engañándose a sí mismo de que era su boca la que le daba placer.

La placentera ensoñación en la que se hallaba inmerso se descompuso cuándo abrió los ojos y miró hacia la cámara que le dejaba ver al objeto de su deseo. Enfadado por no ser la boca adecuada, cogió su pelo con brusquedad y comenzó un bestial ritmo, enterrándose en su garganta hasta que sentía sus arcadas y todo volvía a empezar hasta que rugía y ella se iba.

Algún día…algún día encontraría la forma de conseguir la mujer y la boca adecuada. Sólo tenía que esperar. Todo llegaba si tenías una férrea voluntad como la suya. 


CAPÍTULO  1


Las luces de la ciudad empezaban a difuminarse, mientras los obreros y los funcionarios que no vivían en los cuarteles volvían apurados y asustados a sus pequeñas viviendas, antes del toque de queda. Los que no lograran llegar a tiempo corrían el riesgo de acabar en el mejor de los casos entre rejas o heridos en alguna salvaje paliza, y los menos afortunados no verían un nuevo día. Los escuadrones que debían mantenerlos seguros, eran ladrones y asesinos, tanto como quién los dirigía.

Harut se dio la vuelta y contempló la pequeña habitación dónde llevaba viviendo los tres últimos años la mujer que amaba. Una cama pegada a la única ventana que apenas dejaba ver la calle comunitaria que cada vez se iba quedando más vacía, un pequeño armario desmontable con algunos trajes serios de trabajo, una cocina básica que apenas servía para calentar la comida diaria  que se les proporcionaba en sus trabajos, una pared llena de libros y un portátil viejo; pocas posesiones para quién se jugaba la vida por todos los que intentaban hacer frente a un dictador cruel y despiadado, lleno de codicia y ansias de poder.

Caminó inquieto por el estrecho espacio que recorría con apenas tres pasos, mientras intentaba pensar en dónde podía empezar a buscarla en una ciudad que apenas conocía. Llena de más enemigos que amigos, y dónde no tenían ningún contacto que pudiera ayudarle en ese momento. No quería ni pensar en que hubiera llegado tarde, no podía perderla sin tener una última oportunidad de conquistarla.

Un taconeo al final del pasillo le hizo ponerse alerta, el continuo ir y venir de los vecinos hacía difícil distinguir las conversaciones en un espacio tan reducido, pero una voz femenina que oía en su interior aun cuando estaba lejos de ella, llamó su atención; Selene por fin llegaba y no lo hacía sola. Se quitó la camiseta, arrugó las sábanas de su cama y revolvió su pelo como si hubiera estado durmiendo mientras la esperaba. Puso atención a sus palabras porque notaba una dureza encubierta  en ellas, con voz dulce pero firme hablaba con un hombre.

La voz cansada de Selene también dejaba entrever un evidente cariño por el hombre con el que hablaba. Esperó por la respuesta de la mujer conteniendo el aliento y atento a sus palabras.

Harut empezaba a impacientarse oyendo la conversación que transcurría detrás de aquella puerta. Aunque nunca se hubieran visto en persona, ni hubieran cruzado una sola palabra, sabía que aquel hombre la amaba tan desesperadamente que renunciaría a ella para mantenerla segura. Sin embargo no estaba interesado en seguir escuchando aquella conversación, porque esa noche se la llevaría y haría todo lo posible para que permaneciera a su lado. Antes de que volviera a insistir abrió la puerta sorprendiéndoles:

Selene se volvió extrañada de encontrarle allí y medio desnudo con todo su pecho al aire, con el cabello negro suelto y desordenado, y su mano en su cintura apretándola contra su pecho impidiéndole retroceder y escapar de su alcance, dejándola en evidencia ante su acompañante. Harut mantenía una postura desafiante contra Dylan y lo que menos quería era un enfrentamiento abierto, se quedó pasmada cuando extendió su mano y marcó con sus palabras una posición que no poseía en su vida.

Dylan contempló al hombre que posesivamente enlazaba a Selene por la cintura mirándola con hambre apenas disimulada y un deseo que se desbordaba por cada poro, la química entre ellos era tan potente que era imposible de ignorar. Estaba a punto de perderla definitivamente, pero ya no podía protegerla de un Brock que estaba descontrolado y ansiaba poseer a la mujer. Aquel guerrero la llevaría a un lugar seguro y la mantendría a salvo. Sabía que era lo correcto, tenía que enviarla lejos de su alcance, donde nunca más pudiera llegar a ella, aun así su pecho dolía con cada inspiración al pensar en no verla nunca más.

Asintió reacio pero prudente y entró de nuevo en la habitación, pero no sin antes darles un buen consejo;

Los dos esperaron hasta que le vieron desaparecer, ella sin entender nada del extraño enfrentamiento entre los dos hombres y Dylan intentando encontrar las palabras precisas, porque no le cabía duda alguna de que les escuchaban y aún no estaba a salvo. Quería decirle tantas cosas que no tendría tiempo en una sola vida, un par de segundos le servirían para morir sin ella.

Selene le sonrió y le dio un casto beso en la mejilla. Se dio la vuelta cuando Harut se asomó a la puerta irritado y le despidió por ella, con un tono sarcástico y mordaz.

Dylan murió un poco más con cada paso que le alejaba de ella, pensando en que ya no habría un mañana a su lado en la oficina pendiente de cada una de sus palabras, sus medias sonrisas y sus guiños cómplices. En que era posible que no volviera a verla, y a la vez solo podía pensar en que estaría a salvo y eso era suficiente como para dejarla irse. Tenía que convencerse de ello, no había otra opción, perder lo que nunca había sido suyo le estaba matando.

Harut cerró la puerta con fuerza  a su espalda y le hizo un gesto de silencio indicándole donde estaban los micrófonos que la vigilaban día y noche, como si ella no lo supiera mejor que él. Las preguntas se atropellaban dentro de su cabeza pero tendrían que esperar ¿Qué hacía allí? ¿Por qué aquella visita imprevista? ¿Cómo era que Dylan conocía a Harut? Sabía que le seguiría la corriente y desvió su mirada mientras le veía volver a ponerse la camisa y observar la calle vigilante desde la pequeña ventana.

Salieron del apartamento vigilando los alrededores mientras caminaban a buen paso, alejándose deprisa de su casa y Selene se sentía cada vez más enfadada con aquella absurda situación.  Con el enfrentamiento sin sentido entre dos hombres que no tenían nada en común, con la posesividad demostrada por Harut sin tener derecho a hacerlo y menos a herir a Dylan con algo que no existía entre ellos.

El hombre la miraba de reojo porque sabía que nada más que estuvieran a salvo de oídos indiscretos estallaría y no tenían tiempo para explicaciones, tenían que llegar al puerto y salir de allí antes de que lo clausuraran y cerraran las salidas dejándoles atrapados y expuestos. En cuanto entraron en un pequeño y oscuro callejón, estalló enfrentándole hecha una furia. ¡Era realmente hermosa cuando se enfadaba!

Antes de que pudiera responderle tiro de ella agarrándola con fuerza de la mano, y hecho a correr como si los persiguieran hacia los muelles de carga. Sus finos tacones no estaban diseñados para correr y tenía que casi ir saltando para evitar romperse un pie. Tiró cabreada de su mano con fuerza hasta lograr llamar su atención.

Miró hacia sus pies y suspiró molesto, echándosela al hombro y cargando con ella como si fuera un saco de patatas. Ignoró sus inútiles esfuerzos para que la bajará porque tenían que salir de allí antes del cambio de guardia. Había sobornado a los codiciosos soldados que tenía apostados en su lanzadera y quería irse sin problemas, y a ser posible sin llamar la atención más de lo necesario. Aquellos corruptos estúpidos pensaban que había ido a secuestrar a una novia reacia y de paso ellos se llevarían un dinero extra nada despreciable a casa. Un ejército descontento, muerto de hambre y mal pagado, tenía aquellas pequeñas ventajas.

Selene no sabía que ocurría, ni por qué, pero el neandertal iba a escucharla en la primera ocasión que tuviera. Se quedó callada cuando de repente su frenética carrera se detuvo, volviendo a reanudarse con largos pasos que devoraban los pocos metros en dirección a una lanzadera con los colores de su hermano, y le oyó susurrarle;

Se quedó inerte, cerró los ojos y se dejó manipular por el hombre que la apretaba con fuerza contra su pecho, mientras se aproximaban a los guardias.

Los guardias sonrieron y se alejaron para dejarles irse mientras aprobaban su salida de los muelles. No perdieron ni un segundo y en apenas unos minutos estaban fuera de la inmensa burbuja que protegía la plataforma de Opal, que se veía de un rojo intenso desde el espacio. Aquel rojo intenso era el sello más apropiado para un dictador despreciable como Brock, que gobernaba a base de torturas bestiales y derramamientos de sangre.

Caminaba agitada de un lado a otro cada vez más enfadada y confusa, esperando de forma  sensata hasta que estuvieron a una distancia prudente de la que había sido su casa y su pesadilla aquellos  últimos tres años. Cruzó los brazos y se enfrentó al hombre que se la había llevado sin ninguna razón, cuando decidió que ya estaban a salvo.

Permaneció callado y aparentemente inmerso en los mandos de la nave, aunque ella sabía que podía volar por pura intuición sin desviarse ni un metro de su objetivo.

Sintió la ira de Selene saliendo en oleadas por todos sus poros, apostaría lo que fuera a que su pasión sería igual de intensa cuando la poseyera y no tenía ninguna duda de ello, había esperado demasiado para tenerla en sus manos de nuevo y no iba a escapársele otra vez.

                                                         ******
Selene se duchó intentando calmarse para volver a intentar hablar con aquel obcecado que no la escuchaba; intentaría explicarle porque tenía que volver y porque no podía irse de aquel horrible lugar. Su hermano Gabriel confiaba ciegamente en su capitán, sin embargo ella siempre se había sentido inquieta a su alrededor. Mientras que ella era pequeña y rubia, él era un hombre alto y moreno, musculoso y de rasgos demasiado fuertes como para considerarlo guapo. Sabía poco de su vida y nunca daba explicaciones a nadie. Serio, eficiente y sólido, pero con un encanto que la hechizaba de una forma un tanto inexplicable desde que se habían conocido.

Llevaba con su hermano desde el principio; los dos se habían convertido en mercenarios fuera de la justicia cuando los ejércitos tomaron el control y pisotearon una a una todas las plataformas del espacio. La codicia, la crueldad y el ansia desmedida de poder de unos pocos se habían descontrolado y todos los pueblos vivían, y sobre todo morían bajo su yugo.

Contempló al hombre que permanecía atento al rumbo fijado, tenía algo que la hacía sentirse atraída inevitablemente, como una polilla que de una forma estúpida y temeraria se acercaba a la luz que le sería mortal, pero sin poder evitarlo a su vez y deseándolo hasta la estupidez más absoluta. Antes de abrir la boca, sus palabras la detuvieron en medio de la sala de mandos.

El suspiro resignado de la mujer le dijo que de momento la batalla quedaba aplazada. No se rendiría pero tampoco esperaba que lo hiciera. Su cabezonería era una de sus mejores virtudes, si se empeñaba en algo luchaba sin límite, sin rendirse y acababa logrando lo que quería.

Selene miro fijamente sus ojos cuando susurró su respuesta, porque aquellas palabras le habían sonado como una promesa y por un instante se sintió protegida, una sensación desconocida para ella desde que había llegado a Opal. Tres largos años sintiéndose atrapada en aquel nido de violencia encubierta, de crueldad y sobre todo de traiciones. Teniendo que medir cada palabra que decía, sus gestos e incluso su ropa. Aquella tensión mantenida durante tanto tiempo la agotaba anímicamente, se sentía enferma del alma y no creía que aquella sensación la abandonara ya nunca. No quería seguir discutiendo porque sabía que ni la escucharía, estaba convencido de que debía sacarla de Opal y simplemente haría lo que era necesario. Se dio la vuelta y evito su mirada, no quería que viera aquello que intentaba ocultarse hasta a sí misma.

Cuando la mujer que quería reclamar como suya desvió su mirada estuvo a punto de asegurarle que esa noche dormiría entre sus brazos, y que la mantendría segura por siempre entre ellos. Sabía que tenía que darle tiempo, que no podía cometer errores, ni impacientarse, la ganaría o la perdería, pero la batalla había comenzado. ¡Pronto! Se prometió a si mismo.

                                 ***************
Un par de horas más tarde llegaban al hangar donde su hermano Gabriel les esperaba dando largos e impacientes paseos. Esperando para ver de nuevo a su hermana pequeña, a ser posible de una pieza, por fin sana y salva. Después de tres años alejados esos escasos momentos que faltaban para verla le parecieron eternos. Cruzó corriendo el corto espacio que le separaba de la nave y la alzó en volandas haciéndola reír como cuando era una niña.

Le dijo mientras le daba un gran abrazo de oso y la achuchaba con cariño, loco de alegría porque habían llegado a tiempo. Miró a su capitán y amigo y le dio las gracias con un gesto, mientras contenía las lágrimas de agradecimiento. Para sus tres hermanos había sido como una hija más que una hermana; sus padres murieron cuando ella era un bebé y entre todos se habían hecho cargo de la benjamina de la familia.

Selene se abrazó con verdadera ansia a su hermano mayor, se sentía tan bien entre sus brazos   mientras el miedo quedaba atrás, que por fin sentía que volvía a estar en casa. Pero no iba a llorar delante de todos los que circulaban por aquel enorme muelle, lleno de pequeñas aeronaves y de obreros.

Lo que le pedía era justo así que la dejó en el suelo, y volvió a ser el comandante de una nave llena de personas y familias que dependían de sus decisiones.

Harut se quedó en la entrada de la enorme sala mientras pensaba en que acabaría matando a alguien en aquella improvisada bienvenida, cuando todos aquellos estúpidos empezaron a tocar y besuquear a Selene, sólo la sonrisa en su rostro evitó que empezara a molerlos a puñetazos. Los conocía desde niña y sabía que a la gran mayoría sólo los veía como amigos, sólo le preocupaban los que no entraban en esa categoría. Miró hacía Gabriel para que empezara de una vez aquella absurda reunión, y su guasón amigo le devolvió una torcida sonrisa, ordenando a todos ocupar sus asientos.

Su hermano extendió la mano y la miró severo, en ese momento era un comandante y no su hermano el que estaba delante de ella.

                                                    ******
Selene se estaba poniendo realmente nerviosa intentando ignorar que Harut no dejaba de seguirla con la mirada por toda la sala, y desde luego su cara no entraba dentro de lo que se entendía por una expresión de felicidad. Durante toda la cena y la fiesta que le siguió a su llegada, había sido consciente de su presencia a su alrededor, lejano pero a la vez envolviéndola y subyugándola en la distancia.

Una suave mano en su cintura la aviso de que ya no estaba sola de nuevo y la expresión de la cara de Harut pasó de enfadada a enfurecida. La razón fue obvia cuando sintió a Kessar hablar a su espalda.

Ignoró a Harut y se volvió para saludar a uno de sus mejores amigos y un hombre por el que se había sentido atraída en el pasado; era simpático, dulce y guapo hasta resultar arrebatador, moreno y de ojos claros, alto, con un físico cuidado con esmero y con aquella sonrisa abierta y desenfadada que las enamoraba hasta hacer caer rendidas a todas las mujeres a sus pies.

Su sonrisa creció hasta resultar deslumbrante, llevaba intentando ligar con ella desde que empezó a usar sujetador, pero nunca habían tenido la química suficiente como para intentar ser algo más. Bromear pícaramente con él siempre le resultaba una experiencia única y refrescante, por muchas veces que lo hicieran. Se alegraba de que el tiempo no lo hubiera cambiado.

Se sintió incómoda después de hacer aquella desafortunada observación, se sintió responsable de no contener su lengua a tiempo y se arrepintió de acicatearle de aquella forma. Era siempre  encantador con ella, la había hecho reírse con su mente ágil y divertida, había sido un pretendiente atento y galante sin llegar a hacerla sentirse hostigada. Antes de que la situación se volviera realmente desagradable, la voz profunda de Harut a su espalda les asustó a los dos, y sintió un alivio instantáneo en cuanto le dio la excusa que necesitaba para salir de la desagradable situación que acababa de provocar.

Se aferró a esa salida tan oportuna y se despidió de su amigo mientras la sacaba de allí con una mano sujetando su cintura de una forma delicada pero firme, esquivando hábilmente a los que les cerraban el paso.

                                                              ********   
Caminó casi de una forma automática hacia su antiguo apartamento como si nunca se hubiera ido de allí y el tiempo volviera atrás, cuando todo era fácil y se sentía querida y segura. Una sonrisa llena de alegría se reflejó en su cara cuando comprobó complacida que todas sus cosas seguían en su lugar, justo donde las había dejado, era bueno que algunas cosas no cambiaran nunca.

En cuanto se quedó sola se puso un pijama bastante antiguo, se sentó en la cama e intento entrar en el ordenador de central. Quería trabajar un poco en los datos que había logrado conseguir de los ficheros secretos de la oficina matriz del dictador de Opal y núcleo de las operaciones de combate de los opresores de sus mundos.

Lo que intentó sin resultados hasta que alguien aporreó su puerta, ni siquiera dudó de quién estaba al otro lado y aún lo hizo menos cuando le oyó exigir que le abriera, sin darle tiempo a dejar todas sus cosas encima de la cama. 
    
Harut maldijo en el pasillo, eso se creía ella. Entró en su apartamento y abrió la puerta de comunicación entre las dos habitaciones. Se quedó sorprendido cuando le recibió con una daga en la mano en posición de defensa y una expresión de verdadero terror en su rostro.  
  
La contempló un instante recreándose la vista con lo que veía. Llevaba el pelo suelto rozándole los hombros, una camiseta de tirantes y un pantalón corto de dormir que lo dejaba sin aliento. Hasta que vio su actitud defensiva y su expresión de desconfianza. Aparto los brazos de su cuerpo y extendió sus manos para que viera que estaba desarmado y que era inofensivo.

Se acercó despacio hasta que la vio tensarse de una forma sutil pero evidente. Le plantó cara aunque estuviera asustada y eso era bueno, de momento confiaba en que él, no era el peligro más inmediato. Chica lista.

No sabía lo que le pedía porque nunca hubiera sospechado ni en sus peores sueños, que en la nave alguien pudiera pensar ni siquiera en traicionarles. Uno de los suyos, alguien que conocían y en quien seguramente confiaban sin dudarlo ni un segundo.

Le gustó como sonó aquel nosotros. La vio sentarse y digerir la noticia, para ellos ya había pasado algún tiempo desde que lo descubrieran. Le concedió unos segundos recordando como se habían sentido ellos cuando lo descubrieron meses atrás, los dos se quedaron bloqueados y con un sentimiento de traición intensa, eso debía de ser lo que sentía Selene en esos instantes.

Selene tragó saliva viendo como sus ojos se encendían con un calor que arrasaba su cuerpo sin tocarlo, y eso la asustaba más que el supuesto traidor. Se levantó evitando su mirada y volvió a centrar su atención en el ordenador que la esperaba encima de la cama.

Antes de que reaccionara a sus palabras sujetó su nuca y juntó sus labios suavemente, persuadiendo a su boca a abrirse bajo su seducción, para ahondar el beso y sentirla rendirse. Su lengua se enredó con la suya y la sintió gimotear incapaz de resistirse.

Selene luchó contra su propio deseo, tenía que separarse de aquel cuerpo caliente y acogedor antes de que su cerebro dejara de funcionar por completo, nunca pensó que un beso la pudiera hacer sentir tan querida y deseada.

Harut sintió como sus manos intentaban apartarle y tenía que soltarla antes de desbocarse y devorarla allí mismo. No quería asustarla sino dejar claro su reclamo sobre ella y que está vez no renunciaría a tenerla, salvo que ella le rompiera el corazón. Saboreaba su sabor pensando en que besarla sintiéndola rendida a sus besos, sobrepasaba con creces sus mejores sueños.

Permaneció inmóvil en medio de la habitación hasta que le vio salir y cerrar la puerta a su paso. Se dejó caer en la cama y decidió dormirse en ese mismo momento, estaba agotada y esa era la explicación de por qué aquel beso le había parecido tan explosivo. Pensando en la fuerza de ese beso se durmió y se dejó llevar al mundo de los sueños, en los que estaba el hombre que minutos antes había abandonado su habitación dejándola tan hambrienta como su beso.

                                               ******
Harut recorría la habitación como un animal enjaulado, pensando en su sabor y en que estaba allí mismo, al alcance de sus manos. Tendría que jugar bien sus escasas cartas y meterla pronto en su cama y en su vida o perdería el poco sentido que aún tenía. Gabriel llegaría en unos minutos y tenían que hablar de lo que les esperaba, de lo que harían y del precio que tendrían que pagar por todo ello. La persona que esperaba llegó antes de poder decidir que iba a decirle, en cuanto entro él mismo soluciono sus dudas.

Vio cómo su mejor amigo se quedaba pálido bajo el bronceado y su cara perdía la sonrisa, y las ganas de bromear que mantenía a todas horas. Aquel carácter guasón y ácido que usaba como un mecanismo de defensa ante los desafíos y crudeza de la vida.

Miró al techo intentando encontrar un punto dentro de su mente de calma y tranquilidad. Sabía que era verdad lo que decía, no podía negarlo por mucho que odiara haberla dejado allí, pero no estaba dispuesto a volver a pasar por aquello. Se volvió y le miró con determinación para que entendiera con claridad el mensaje, porque no pensaba repetirlo.

Gabriel se fue de allí sin hacer ruido, tal y como había llegado, pero dejándole mucho en qué pensar. ¿Cómo podía hacer que la mujer que ahora dormía al otro lado de aquella puerta le amara? Le contaría su secreto pero encontraría la forma de mantenerla a su lado fuera como fuera. Con ese pensamiento se durmió hasta que algo perturbó su sueño, se despertó alerta, puso atención y escuchó pasos muy leves delante de la puerta de Selene. Con sigilo traspasó la puerta de comunicación y se acercó a ella despacio, tapó su boca con la mano y cuando cruzaron sus miradas le indicó que le siguiera en silencio. La dejó en un rincón de su habitación y le susurró:

Salió al pasillo pero el intruso ya se perdía al final de éste, las luces tenues que brillaban suavemente guardando sus horas de sueño no le permitieron verle con claridad. No podía dejarla indefensa así que renunció a seguirle, volvió a entrar asegurando bien los cierres de ambas habitaciones y asegurándose de que nadie podía entrar sin que le sintieran.

Su miedo era tan evidente que caminó hasta ella y la levantó entre sus brazos, sentándose en su cama mientras la dejaba acomodarse contra su pecho. La acunó lentamente con suaves caricias para que se relajara.

Selene sabía que debía evitar que la tocara pero estaba asustada. Llevaba mucho tiempo viviendo con miedo y se sentía tan bien con sus brazos alrededor mientras le acariciaba lentamente la espalda, que dejó que el cansancio se adueñara de su agotado cuerpo y antes de darse cuenta se había dormido.

Harut percibió el cambio en su respiración, deslizó su preciada carga en su cama y se durmió abrazándola, dejándola sentirle y sintiéndola a su vez. Al final sí que se había cumplido su promesa de que dormiría segura y además entre sus brazos, aquello era un buen comienzo.

Mientras ellos se dormían en un cálido sueño, al otro lado de la nave entre ruidos de motores, dos figuras sombrías y amenazadoras tramaban una traición, y discutían por el plan fallido de esa noche.

Miró a su compañero de traición y por un momento dudó de la cordura de aquel viejo, apenas había llegado a su puerta y había escapado por los pelos ¿de verdad quería hacerlo durante el día?

Un oído atento les escuchaba desde un lugar oscuro y protegido de miradas indiscretas. Se sentía tentado de ver los rostros de los que susurraban y les traicionaban a todos, sin embargo reprimió su instinto de revancha. Permaneció quieto y silencioso, tenía que ser prudente, si en ese momento les descubría y no podía avisar a nadie de que no sólo tenían un traidor, la información se perdería, así que permaneció alerta siguiendo la conversación que transcurría no muy lejos de su escondrijo.

Unas risas groseras y malsonantes fue lo último que pudo escuchar mientras sus traidores se escurrían como las ratas que eran.

                    **************
Nuestro traidor tenía que hacer aquella llamada quisiera o no, Brock esperaba resultados inmediatos, no le gustaban los errores y jamás los perdonaba. Estableció la conexión y esperó nervioso, en cuanto empezó a explicarle lo que había ocurrido poco antes, el infierno se desato al otro lado y decidió dejarle desahogarse durante unos minutos. Intentó volver a hablar cuando dejo de vociferar al otro lado y volver a excusarse por el fallo de esa noche, pero no fue posible en el estado que se hallaba su receptor al otro lado.

Los golpes, maldiciones, amenazas y gritos eran más propios de un loco que de un genio. Intentó calmarle con la promesa de cumplir sus objetivos y al final sólo logró que le colgaran la pantalla al otro lado.

No era ningún cobarde, nunca lo había sido pero en ese instante se alegraba de no estar a su alcance.

                   *************
Al otro lado no todos tenían esa suerte, la joven y hermosa amante que le esperaba en su cama, se encogió cuando la miró con unos ojos inyectados en sangre. No sabía que había pasado con el amante que segundos antes la devoraba con pasión, pero presentía que no sobreviviría a la lujuria y el frenesí de aquel loco que ahora la miraba.


Y la mañana confirmó sus peores presagios… sólo un hombre cubierto de sangre desde su cabello hasta los pies se levantó de aquella cama, un cuerpo atlético y perfecto, con un interior podrido y cruel hasta el delirio.


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